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sábado, julio 29, 2006

SI LOS ARBOLES VOTARAN
















DICE el alcalde de Granada que si se cae un árbol puede matar a alguien. Sobre todo, digo yo, si le pilla debajo. Por eso es mejor cortarlos, talarlos, para que no se caigan. Como dirían en Huelva, es mejor caerlos antes. Al final de todo este invento del equipo de gobierno del Partido Popular los árboles serán caídos, porque así lo tienen decidido ya, y en su lugar serán plantados otros, que según nuestro primer edil serán buscados por toda Europa, cuesten el dinero que cuesten, como si el dinero lo pusiese él de su bolsillo. Es normal que sea así. En España, con actuaciones como ésta y unos cuantos pirómanos sueltos por ahí, cada vez hay menos árboles, y los pocos que aún sobreviven acabarán no sé dónde, pero acabarán. Y no se trata ya de que se arranquen treinta o cuarenta árboles de una calle granadina. Se trata de la filosofía de vida que refleja esa actitud, de las formas de hacer y de pensar, de las maneras de actuar. Se trata de los valores dominantes. La maté porque era mía.

El desarrollo de una ciudad, su puesta en valor ante una sociedad que se precie, lo da entre otros muchos parámetros el cuidado de su medio ambiente, la vivencia colectiva de vegetales y humanos. El problema surge cuando los que gobiernan a los humanos son más vegetales que los de aquella especie, y sólo miran unos ombligos muy redondos en los que hurgar a cada instante. Los rosales, los arrayanes, los granados, los olivos, los naranjos, los olmos, las plataneras... forman parte de nosotros. No se debe provocar la muerte de un árbol para justificar después su tala; no se debe argumentar que puede matar a alguien. Un alcalde puede acabar con la vida de una parte de la población, aunque no vote, aunque después argumente que puede ser sustituida por otra mejor, más esbelta, más colorista, más vigorosa. Con esos argumentos también podría pensarse en ir acabando con los menos afortunados, los viejos, los cojos, los ciegos, los enfermos... De un modo u otro, segándole la hierba bajo los pies. Se trata de una concepción del entorno como patrimonio del cemento, de lo artificial, en el que la naturaleza sólo tiene cabida si otorga beneficio inmediato. Y la naturaleza otorga un beneficio innegable, pero a lo largo de la existencia. Otorga calidad de vida a todos. No habría que tener un cortijo para poder disfrutar de los árboles, los árboles han de formar parte de la ciudad, de su interior, de nuestras calles, de nuestras plazas, de nuestro hábitat, y hay que mantenerlos. No todo es economicismo, no todo se puede comprar con dinero, ni buscarlo por toda Europa. No todo pueden ser obras, y cemento, y ruidos, y hoyos, y metacrilato.

Granada merece ser respetada en su misma esencia, y a partir de ahí ir evolucionando hacia un futuro más reconfortante para sus habitantes, en el que la naturaleza permita una vida más sostenible, más cómoda, más natural, más agradable, más atractiva; una ciudad en la que los años y la misma vida no se pierdan entre cambios y obras, entre talas y disputas absurdas; una ciudad en la que se deje discurrir la vida, pero también en la que la vida pueda correr por sus calles; una ciudad para vivirla y para ser vivida. Y ahí ha de estar la naturaleza, lo más plenamente posible. No se debería salir huyendo cada noche hacia una casa en las afueras para poder disfrutar de un árbol, no se puede aguardar a que llegue un fin de semana para poder pasar bajo una sombra. ¡Ay si los árboles votaran!

JUAN DE DIOS VILLANUEVA ROA

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